En los 3 últimos bares que he ido el negocio lo regentaban chinos y luego en la tienda de verduras lo mismo y luego mi compañera se la pasa comprando ofertas en el bazar chino más cercano, que ha pasado con el empresario español, ha quedado quebrando por culpa de los deudas, los impuestos u otros motivos que desconozco.
FALTA TRANSPARENCIA EN LOS COMERCIOS
Los chinos montan su imperio
a hay 150.000 chinos en España que regentan más de 10.000 establecimientos, la mayoría ilegales. No registran sus negocios, no pagan impuestos, se saltan los horarios comerciales y venden cualquier cosa sin temor a ser inspeccionados. Todo un desafío a la ley que los empresarios españoles no hacen más que denunciar sin resultados.
¿Cuál es la clave del éxito en plena crisis? Se podría decir que trabajar como chinos… o, más bien, trabajar en un chino. Mientras cuatro millones de españoles suplican por un trabajo, los 150.000 orientales que residen en España aumentan sus fortunas gracias a una brillante idea de negocio: productos a precios mínimos con los que se hacen fuertes frente a las grandes superficies. No pagan impuestos ni tampoco cotizan a la Seguridad Social. No se trata de que los acuerdos comerciales entre China y España sean mejores que los internos, sino de una evasión de la legalidad a conciencia.
Un establecimiento chino, como cualquier otro, debe tener cobertura administrativa, licencia de apertura y de obra, altas de electricidad, agua, etc., estar dado de alta como sociedad o persona física y todos los empleados deben tener la cobertura de la Seguridad Social. Si eso no es así, los gastos generales de esa tienda serán notablemente inferiores a los del establecimiento que sí cumple la ley, por lo que competir con ellos se hace muy complejo.
Mitos que se desmontan
“No es que no paguen impuestos; sencillamente, como no se dan de alta, no tributan”. Lo explica a ÉPOCA Alfonso Tezanos, presidente de la Federación de Empresarios de Madrid (Fedecam). Dice que las leyes son las mismas para chinos y españoles, pero siempre hay artimañas para saltárselas. Así que eso de que los asiáticos pueden abrir negocios durante cinco años sin pagar impuestos se queda en un mito.
La mayoría de los productos que venden salen de los grandes almacenes de polígonos como el de Cabo Calleja en el barrio de Fuencarral (Madrid), a los que “cualquiera puede ir a comprar. Y, aunque pongan impedimentos y pidan una licencia fiscal, al final, cuando sales con la compra -no nos engañemos- si quieres pagar sin IVA, puedes hacerlo perfectamente”. El presidente de Fedecam recalca que los productos de bazar y textil, al no tener factura de origen y venderse en establecimientos que no están dados de alta, no tributan.
Exentos de inspección
“Me han engañado como a un chino”. En alguna ocasión todos hemos pensado eso. Pero la realidad es que los chinos son quizá más listos de lo que aparentan. Se escudan en el desconocimiento del idioma para saltarse las normas. Además, paradójicamente, los inspectores no pasan por sus comercios simplemente porque no están en los listados.
Ochocientas son las denuncias que Fedecam ha puesto desde 2006 hasta la fecha. Demandas de las que no ha obtenido respuesta y en las que además de denunciar la ilegalidad de esos establecimientos, reclaman que se les inspeccionen.
Tezanos señala que “los inspectores dicen que solamente revisan lo que está registrado en la Junta Municipal. Las observaciones se acaban haciendo a los establecimientos nacionales y el cumplimiento de la ley nos lo exigen a nosotros”. El presidente de Fedecam lamenta que “la situación es de una competencia terrible y absolutamente desleal con el resto de comercios”.
En 2008, el presidente de la Asociación de Chinos, Son Hua Xu, señaló que en esa fecha ya había en toda España 3.200 tiendas de todo a 100, 4.000 restaurantes chinos, 1.500 establecimientos de frutos secos, 600 almacenes mayoristas, 200 talleres textiles y 120 establecimientos de revelado de fotografías. En total, hace dos años, existían ya 10.000 empresas dirigidas por chinos.
Barato, bonito y de baja calidad
“Cuando adquirimos un martillo en un chino y se rompe nadie va a pedir explicaciones al bazar en el que lo ha comprado, ni solicitará una hoja de reclamaciones, aunque se haya estropeado al segundo día de tenerlo”. Parte del problema, explica Tezanos a ÉPOCA, es que los consumidores no exigen calidad a los comercios chinos. “Total, sólo habremos perdido unos 60 céntimos o un euro como mucho”, solemos pensar sin exigir un mínimo de calidad a lo que nos venden. “Nos hemos encontrado con unos pequeños establecimientos que tienen una mano de obra y unos costes de producción absolutamente baratos y que trabajan todas las horas del día, permanentemente”.
Además de que los chinos se multipliquen por cualquier esquina donde haya un hueco, a los empresarios españoles les preocupa la deslealtad de la competencia. Sus jornadas laborales duran de 12 a 16 horas y venden de todo: comida, sartenes, tornillos, barras para las cortinas de la ducha, pulseras antiestrés a precios irrisorios…
Antes, cuando no encontrabas algo, alguien te decía: “Mira en El Corte Inglés”. Ahora te dice: “Vete a un chino”. La competencia llega más allá de no pagar impuestos, de los precios desleales y de saltarse los horarios -más competitivos que los que mantenían los grandes almacenes- .
Se trata de la falsificación y la imitación, que afecta al textil. Un problema del que “en parte todos somos responsables”, dice Tezanos. ¿Quién no se ha comprado, o ha intentado adquirir, un bolso Louis Vuitton por 90 euros y regateando en alguna calle para no pagar los 900 euros que puede costar un original en tienda? “Los negocios de confección textil están siendo triturados por la maquinaria industrial de la falsificación y la imitación que tiene China.
En los dos casos estamos ante actos delictivos”, señala Tezanos. Denuncia, además, que los responsables van pasando la pelota de un tejado a otro -“las Administraciones de consumo siempre dicen que eso es competencia de otros departamentos administrativos”- y al final se produce otro vacío de persecución del que nadie se hace cargo y del que los chinos sacan partido. “Ése es el mayor perjuicio”, según Fedecam.
Un establecimiento normal que tiene que vender un polo Lacoste o Ralph Lauren a un precio determinado por ser original se encuentra con que, en la esquina de su barrio, lo están vendiendo a un precio 30 ó 40 veces inferior sencillamente porque es falso o una imitación. “La realidad del comercio chino es absolutamente evidente y decir que este comercio se ajusta a los parámetros legales es rotundamente falso”.
El nuevo inmigrante chino
En Barcelona, durante muchos años el barrio del Raval fue popularmente conocido como el Barrio Chino. En los últimos años, la llegada de pakistaníes hizo que los chinos se marcharan a otro barrio periférico de la Ciudad Condal, Santa Coloma de Gramanet, cuyas calles, abarrotadas por pequeños y grandes comercios, nos trasladan a la propia Shanghai.
En la capital catalana viven unos 30.000 asiáticos. Quienes estudian la evolución de la comunidad china en España aseguran que el perfil de los chinos que vienen al país ha cambiado completamente y desmienten los tópicos sobre esta comunidad.
El restaurante, que era la principal actividad china, ha sido sustituido por otras: “Eso era en los noventa. Después, empezaron a trabajar en el sector textil y, a partir de entonces, se concentraron en la calle Trafalgar y alrededores. Ahí empezaron a surgir otros pequeños comercios para cubrir las necesidades de esos chinos, como supermercados, carnicerías y peluquerías chinas.
Hoy también hay abogados, médicos, resultado de la segunda generación, que ya está formada”, explica Lam Chuen Ping, presidente de la Unión de Asociaciones Chinas de Cataluña en una entrevista publicada en La Vanguardia. Se trata del efecto llamada que, en su momento, era la tranquilidad económica que vivíamos. “Primero llega uno, que se hace cargo de un restaurante traspasado”, explica Chuen Ping. “ Cuando ya empieza a marchar, mete a su mujer y a dos o tres parientes, y los niños se encargan de llevar el ordenador del local cuando salen de la escuela.
Mientras, el cabeza de familia ya está abriendo otro negocio, un almacén de ropa, por ejemplo”, hasta el punto de que una sola familia puede poseer más de tres negocios. Estas pequeñas empresas son muy bien acogidas por el público en general. ¿A quién no le ha salvado de más de un apuro un chino abierto hasta las 11 de la noche? Y, ahora, además de restaurantes y bazares, un fenómeno nuevo al que todavía los locales no nos hemos acostumbrado: la peluquería. Recortarse el flequillo o hacerse la permanente siete días a la semana y a unos precios imbatibles gracias a las nuevas peluquerías regentadas por ciudadanos chinos todavía no se ha instaurado.
Pero tiempo al tiempo… “Los chinos nos marcamos un reto: trabajar cinco años duro para poder poner un negocio propio”, cuenta Lei Lei Ma, propietaria de una inmobiliaria china. Y pone un ejemplo: “Una familia de cuatro miembros con unos ingresos de 2.000 euros al mes gasta a lo sumo 300 en comida. El resto es capaz de ahorrarlo para invertirlo”.
¿Pagan los residentes chinos los mismos impuestos que el resto de españoles?
Pese a la leyenda urbana que asegura que los residentes chinos en España no pagan los mismos impuestos que los ciudadanos españoles o que reciben cuantiosas subvenciones por parte del Gobierno de Pekín, la realidad dista mucho de ser así.
Los residentes chinos pagan los mismos impuestos que el resto de ciudadanos, lo cual no significa que no haya defraudadores entre la comunidad china. En España hay 40.000 pequeñas y medianas empresas propiedad de ciudadanos chinos que cumplen sus obligaciones tributarias como las demás. Sin embargo, sí existen diferencias con los españoles a la hora de montar un negocio.
Una de las principales diferencias es que los chinos apenas piden préstamos bancarios, ya que prefieren solicitarlos a su familia o amigos, algo muy poco común entre la mayoría de españoles, que necesitan de la financiación bancaria para comenzar un negocio. Esto es posible entre los chinos debido a que casi siempre abren pequeños comercios de hostelería o alimentación, que no suelen requerir una cantidad elevada de dinero. Otra de las diferencias importantes es la forma de pago. Los residentes chinos suelen realizar sus pagos en efectivo y apenas realizan transferencias bancarias.
Pese a las generalizaciones que se hacen cuando se conocen casos de fraude como el de la Operación Emperador, que está en marcha, lo cierto es que los comerciantes en España cumplen con sus exigencias tributarias independientemente de su nacionalidad. De hecho, España y China firmaron un convenio para evitar la doble imposición, es decir, que las empresas chinas o españolas paguen impuestos en ambos países: si un chino tiene una empresa en España tributa en nuestro país y lo mismo pasa con un empresario español en China.
Con todo, los Técnicos de Hacienda consideramos que Hacienda debe centrar sus esfuerzos en los grandes patrimonios y corporaciones, donde se concentra más del 70% del fraude a Hacienda, a mucha distancia de los pequeños empresarios o autónomos.
Las estadísticas de los últimos años muestran que el saldo migratorio de los ciudadanos chinos en España es negativo, es decir, ya son más los chinos que se marchan que los que vienen. Entre las causas, está la crisis económica, la boyante economía china y la Operación Emperador, que ha dañado de forma importante la imagen de los asiáticos en España.
Los chinos abandonan España para volver a su país
Según publica El Confidencial, desde 2011 los chinos que emigran hacía España son menos de los que se marchan. Esta es una tendencia que también siguen otras nacionalidades. Según datos del INE, en 2012 el número de extranjeros descendió un 2,3% hasta los 5.118.112 residentes.
En concreto, los chinos pasaron a ser de 171.000 residentes en España el 1 de enero de 2012 a 166.000 residentes a 1 de enero de 2013. Un número importante de estos ciudadanos se dedican al comercio al por menor, uno de los sectores más castigados en España ante la caída del consumo.