Qué será de nosotros sin los bares de Rosa Montero – el mejor analisis de la situación en España en plena pandemia mal llamada asi porque los PCR no son una ciencia exacta sino todo lo contrario.

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Recopilando diferentes textos de whassapp que me llegan podemos llegar a entender cual es la situación desde un punto de vista distinto al que nos cuentan cada dia por la televisión, donde solo nos dan cifras y nos meten miedo.

Hola, soy una enfermera de un hospital de referencia de una ciudad de más de 2 millones de habitantes.

Os quiero contar cómo se colapsa el sistema sanitario:

En el hospital ingresan pacientes todos los días por muchos motivos… no ahora, desde siempre (la saturación de la sanidad pública en España es archiconocida).

A todos esos pacientes que ingresan, cada uno con su dolencia se les hace la famosa pcr (que tiene una tasa de error de más del 20%) y si dan positivo pasan directamente a las salas “covid”. Allí, se les trata de su enfermedad pero hay que seguir todos los protocolos (aislamiento, EPIs…).

Esos pacientes, no están saturando el hospital, porque estarían ingresados de cualquier forma por su enfermedad como todos los años
… lo que colapsa el sistema es el tener que tratar como covid a una persona que por ejemplo ha ingresado con una apendicitis y que en 2 días se iría a su casa y ahora se queda ingresada más tiempo y además aislada, con la sobrecarga de trabajo que eso implica…

Al final, si se siguen haciendo pruebas a cascoporro TODOS los usuarios del sistema sanitario serán covid, y si se siguen manteniendo los protocolos demenciales que nadie sabe de donde han salido la sanidad pública evidentemente no tiene recursos para mantenerse… y se colapsa… y sale en las noticias… y el espectáculo continúa.

Cuando oigamos las cifras de nosecuántos ingresados por covid, pensemos que esos pacientes iban a ingresar igualmente, como siempre, y cuando alguien nos diga que “hay que ser responsables para que no se saturen los hospitales” digámosle que los hospitales no los saturan los pacientes, los saturan los protocolos demenciales que se están aplicando y que nadie sabe de donde salen…

Por no hablar de los que ingresan de urgencia y como no tienen el resultado de la pcr hay que tratar como positivos

https://www.instagram.com/tv/CG5sCDKKvax/?utm_source=ig_web_copy_link

A partir de aqui un Whassap con un articulo de Rosa Montero que encuentro muy acertado.

https://epicuro.es/es/news/76-escritorio/autores/392-rosa-montero

Rosa Montero :

Hace un par de años escribí un artículo titulado El bar de la esquina que era una loa a la maravillosa institución ibérica de la tasca de barrio. No busquen en mis palabras ninguna ironía: lo estoy diciendo muy en serio. Durante muchos años España ha sido el país con más bares de todo el mundo; en 2016 la consultora Nielsen contabilizó 260.000 locales, uno por cada 175 habitantes, la cifra más alta de la Tierra; una cantidad tan abultada que, por ejemplo, teníamos más bares que la suma de todos los que había en Estados Unidos. Un récord de este tipo no es baladí; sin duda guarda una profunda correlación con nuestra idiosincrasia.

Quiero decir que el bar de la esquina es una de las piedras angulares de nuestro sistema social. Ocupa el lugar de cohesión vecinal que en otros países ocupan las iglesias. Hará unos siete años, Coca-Cola hizo un famoso estudio en España que obtuvo unas conclusiones impactantes: más de dos tercios de los españoles conocen el nombre del camarero de su bar favorito, y casi el 30% le dejaría al camarero las llaves de su casa con plena confianza. El bar de la esquina, en efecto, recoge paquetes, pasa recados, abre la puerta de tu casa al electricista que viene a reparar una avería mientras tú trabajas, te ayuda en momentos de crisis y es el club de los corazones solitarios. Ser la primera potencia mundial del codo en barra muestra que los españoles somos criaturas extremadamente sociales, quizá más necesitadas de los otros que nadie; y, en segundo lugar, evidencia que nos las hemos sabido arreglar muy bien para solventar esa necesidad. Me siento orgullosa de nuestros bares.

Pero también me siento muy triste. Porque puede que el hecho de haber sido el país con más bares del mundo tenga algo que ver con lo mal que nos está yendo en la pandemia; puede que, por mucho que hayamos intentado tomar precauciones, ansiemos tanto ese contacto social que lo hayamos mantenido por encima de la distancia y la cautela necesarias. Y además me temo que la maldita covid se va a llevar por delante muchísimos locales y va a cambiar tal vez para siempre nuestras costumbres. Acabar con los bares en España es como arrancarnos un pedazo del corazón.

El Financial Times publicó hace un mes un artículo magnífico de la economista Noreena Hertz que es un resumen de su libro The Lonely Century (El siglo solitario). Hertz sostiene que la soledad social fomenta el populismo. Y no sólo el populismo: también la agresividad, el odio al diferente, el apoyo a los líderes más extremistas. Los ratones mantenidos aislados en una jaula muerden a los nuevos ratones que les meten. Cuantas más semanas hayan estado solos, más violento y feroz es el ataque al recién llegado, explica Noreena. Y añade que diversos estudios han encontrado una relación entre el sentimiento de soledad y el apoyo a la extrema derecha o al populismo, como un trabajo de 1992 sobre los votantes de Le Pen en Francia, y otro de 2016 que demostraba que los votantes de Trump tenían significativamente menos amigos y menos conocidos que los votantes de Hillary Clinton. La propia Hertz ha hecho entrevistas a partidarios del populismo y de la extrema derecha que dicen valorar sobre todo la hermandad y las reuniones que su militancia les ha proporcionado. Y el problema es que la soledad, con sus secuelas de falta de autoestima y sensación de no pertenencia, se está convirtiendo en una plaga mundial. Uno de cada ocho británicos reconoció en 2019 que no contaba ni siquiera con un amigo en el que confiar y, en Estados Unidos, tres de cada cinco adultos se sienten solos (son más datos que aporta Noreena). Pues bien, frente a esto nosotros teníamos al menos el humilde consuelo de los bares. Los garitos de la esquina estaban siempre llenos de personas solas a los que el camarero llamaba por su nombre. Quizá era el único momento en el día en que esos individuos se sentían mirados.

Sobre este añejo sufrimiento cae ahora la pandemia como un diluvio de desamor que lo empeora todo. Esos confinamientos, esa soledad redoblada que nos vuelve locos y agresivos, que nos hace creer en teorías políticas absurdas y aviva la radicalización y el odio. Ratas que muerden. Melancolía: no me reconozco en esta sociedad violenta y enfrentada. En fin, qué será de nosotros sin los bares.

José Antich

Enmig d’una allau de notícies com el d’aquests dies, molt marcats per la segona onada de repressió a l’independentisme i l’aprovació de dures mesures per provar de controlar l’expansió del coronavirus, una notícia no ha aconseguit tenir la importància que es mereix davant la dura situació de crisi econòmica. Així, la decisió del govern de Pedro Sánchez i Pablo Iglesias de pujar el pressupost de la Casa del Rei en un 6,9% per a l’any 2021 ha esquivat una severa crítica ja que la gent està, lògicament, amb altres coses. Ascendirà el 2021 a 8,4 milions d’euros, amb un increment de mig milió d’euros, i això que s’ha produït una baixa significativa, ja que el fiugit rei emèrit, Joan Carles I, ha quedat fora de la recepció de diners dels pressupostos generals de l’Estat.

Costa d’entendre que en els últims pressupostos aprovats pel Congrés, els de 2017 i 2018, sent ministre Cristóbal Montoro, ja que aquests són els primers comptes de l’era post PP, l’increment fos del 0,56% i del 0,87% respectivament. Molt lluny de la generositat de l’esquerra en aquest exercici, sobretot si es tenen en compte dues coses: l’ensorrament de l’economia espanyola i que la família reial ha estat sotmesa en els últims mesos a un desgast notable pels casos de corrupció que s’han anat coneixent i que ha afectat molt seriosament la monarquia. Una dada no hauria de passar desapercebuda: en els pressupostos que va presentar Sánchez el 2019 i que no van prosperar, l’augment previst era de l’1,4%. Valdria la pena saber com és possible que ara, amb Podemos al govern, l’increment es multipliqui per quatre.
Aquesta notícia, unida a l’escandalós acte celebrat a Madrid amb un centenar de persones del que es poden denominar les elits de la capital, amb presència de quatre membres del govern PSOE-Podemos, entre els quals el ministre de sanitat, Salvador Illa, trasllada obertament a la societat la idea que hi ha molt poc a fer per regenerar algunes pautes de comportament ja que el propi sistema acaba engolint uns i altres, perdent-se pel camí les diferències entre les maneres de fer les coses d’un partit de dretes i un d’esquerres.

Això que succeeix en aquest capítol concret dels pressupostos o en l’acte dels VIPS podem fer-ho extensiu a la repressió judicial ara que s’ha obert un nou front, en aquest cas centrat en un supòsit entramat de la societat civil independentista. Ara per ara hem vist molt més fum que foc, una cosa que tampoc no ens hauria d’estranyar en vista d’experiències anteriors que han acabat en res.
No és la primera vegada que en aquest espai es parla de l’exemplaritat i de la necessitat que les mesures siguin proporcionades i comprensibles per l’opinió pública. No hi va haver, com era d’esperar, cap dimissió entre els assistents a la festa VIP que es van saltar tots els protocols de sanitat, començant per evitar les reunions de més de sis persones. Una comissària europea va dimitir l’agost per una situació similar a Irlanda i a tothom li va semblar el més normal, però deu ser que Espanya és diferent, com sempre es diu.
En aquest context d’enorme patiment per al conjunt de la societat en un any extremadament difícil amb un enorme increment dels acomiadaments laborals, els treballadors en ERTO, negocis tancats, autònoms i pimes amb l’aigua al coll, no s’entén que no hi hagi prou sensibilitat per descartar un increment de la partida pressupostària de la Casa Reial. Després hi ha qui se sorprèn del distanciament entre la societat i els polítics i que la seva valoració estigui per terra.

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